"Dios muere"
No es que alguien haya venido a decirme, "Eres una tonta. No existe tal cosa llamada Dios. Alguien ha estado engañándote." No fue un asesinato. Yo creo que Dios solo murió de anciano. Y cuando entendí que él ya no estaba más, no me sorprendió. Parecía natural y correcto.
Tal vez era porque yo jamás estuve propiamente impresionada con una religión. Iba a la escuela dominical y disfrutaba de las historias acerca de Cristo y la estrella de navidad. Eran hermosas. Creaban pensamientos cálidos y felices. Pero no creía en ellas. El profesor de la escuela dominical hablaba a la manera que nuestro profesor de grado solía hacer acerca de George Washington. Agradables, bellas historias, pero no verdaderas.
La religión era muy incierta. Dios era diferente. Él era algo real, algo que podía sentir. Pero solo lo podía sentir en ciertas oportunidades. Solía echarme entre frías y limpias sábanas en la noche, después de un baño, luego de lavar mi cabello y restregarme los nudillos, uñas y dientes. Luego podía yacer tranquila en la oscuridad, con mi rostro hacia la ventana llena de árboles; y decirle a Dios. "Estoy limpia, ahora. Nunca he estado tan limpia. Nunca estaré más limpia." Y de algún modo, era Dios. Yo no estaba segura de que era... solo algo frío y oscuro, y limpio.
Eso no era religión, sin embargo. Había mucho del aspecto físico en ello. No podía conseguir esa misma sensación durante el día, con mis manos sumergidas en el agua sucia de lavar platos; y el inclemente sol realzando la suciedad de los techos. Y luego de un tiempo, incluso en las noches, la sensación de Dios no duraba. Comenzaba a preguntarme a qué se refería el pastor cuando decía, "Dios, el padre, ve incluso la más pequeña caída del gorrión. Él cuida de todos sus hijos." Eso revolvía todo para mí. Pero estaba segura de una cosa. Si Dios era un padre, con niños, esa limpieza que yo había estado sintiendo no era Dios. Entonces en la noche, cuando iba a la cama, yo pensaría; "Estoy limpia. Estoy adormilada." Y luego iba a dormir. Eso no me impedía disfrutar la pureza en algo. Yo solo sabía que Dios no estaba ahí. Él era un hombre en un trono en el cielo, así que él era fácil de olvidar.
Encontraba a veces que él era útil de recordar; especialmente cuando perdía cosas que eran importantes. Después de azotar puertas a lo largo de la casa, con pánico y sin aliento por la búsqueda; podía detenerme en medio de una habitación y cerrar mis ojos. "Por favor, Dios; déjame encontrar mi sombrero rojo con adornos azules." Usualmente funcionaba. Dios se convertía en un súperpadre que no podía darme nalgadas. Pero si yo quería algo lo suficiente, él se haría cargo.
Eso me satisfacía hasta que comencé a entender que si Dios amaba a todos sus hijos por igual; entonces por qué él se preocupaba por mi sombrero rojo y dejaba que otra gente perdiera a sus padres y madres para siempre. Yo comenzaba a ver que él no tenía mucho que hacer con sombreros, gente que moría o lo que sea. Aquellos ocurrían así él lo quisiera o no, y él se quedaba en el cielo pretendiendo no notarlo. Yo me preguntaba un poco por qué Dios era algo tan inservible. Parecía una pérdida de tiempo tenerlo. Luego de eso, él se convirtió en menos y menos, hasta que fue nada.
Me sentía más que orgullosa al pensar que había encontrado la verdad por mí misma, sin la ayuda de nadie. Me desconcertaba que otras personas no lo hubieran entendido también. Dios se había ido. Nosotros éramos jóvenes. Nosotros lo habíamos dejado atrás. Por qué ellos no podían verlo. Eso aún me desconcierta.
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