El status quo se manifiesta de muchas maneras. Está en el mandato social de casarse, ser heterosexual, trabajar, ser monógamo, feliz e incluso estar cuerdo.
Constantemente, desde niños, se nos adoctrina y enseña a comportarnos de cierto modo. Una manera de verlo podría ser que nuestro espíritu primario o Ser es constamente castrado en pro de modelar un ego o fachada necesario para construir relaciones dentro de una sociedad primordialmente enferma. Cuando se deduce finalmente que las relaciones interpersonales son constamente desvirtuadas a tal punto de volver la existencia del ser humano vacía y carente de afecto, caemos en depresión.
Los hermanos se alejan, los padres se jubilan, los amantes se van, los esposos y esposas cimentan su amor en cuestiones monetarias y de deber con la crianza de los niños, y los amigos se vuelven conocidos. Llega el momento de madurar, de gelidar el corazón; entonces uno se despierta porque el mundo no es como en las películas, porque llega el momento de pagar la renta.
Los hermanos se alejan, los padres se jubilan, los amantes se van, los esposos y esposas cimentan su amor en cuestiones monetarias y de deber con la crianza de los niños, y los amigos se vuelven conocidos. Llega el momento de madurar, de gelidar el corazón; entonces uno se despierta porque el mundo no es como en las películas, porque llega el momento de pagar la renta.
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