domingo, 13 de diciembre de 2015

era magia en su tiempo


Cable Mágico llegó a nuestras casas en 1996, fue en un día de semana porque recuerdo llevar puesto el uniforme de colegio –el de color plomo ¿lo recuerdan, no?- Bueno, ese día significó la apertura a miles de opciones de entretenimiento; una niña y su televisor tienen una relación alumno-profesor que jamás ha sido analizada a fondo.

Así es que se convirtió en un día de fiesta, César estaba emocionado y colaboraba presto con los chicos de la instalación; el clímax llegó cuando apretamos el botón rojo de power. No podíamos creerlo: la imagen era nítida, acuática, simplemente perfecta aunque solo fuera pequeña y curva en sus 20 pulgadas. Si antes veíamos la tele por distracción, ahora lo hacíamos por pasión; como cien canales que hablaban de cosas tan nuevas y foráneas; y lo mejor, los últimos canales del dial: HBO, CINEMAX, CINECANAL, TNT…


A partir de ese día, se hizo para mí la costumbre de no quitarme el uniforme plomo, del Sor Rosa, al llegar a casa, lo hacía solo cuando tocaba la hora de dormir. En esa época llegué a ver al menos tres películas diarias; mejoré mi inglés y ya podía pensar en él también. Entonces supe más del grupo de los Panteras Negras, de la lucha de las mujeres para poder votar, y vi The fight club.


¿es que alguien podría imaginarse algo mejor que eso? 

lunes, 2 de noviembre de 2015

máximas de facebook I

            No importa si soy feliz realmente.
            La pregunta es: ¿lo parezco? 

confesiones de archivo

Por si fuera poco, he redescubierto mi mala memoria a través de terceras relecturas de mis antiguos escritos. Una y otra vez comienzo grandes proyectos con prominente futuro; y una y otra vez los he dejado inconclusos o en forma abortada.
Mi memoria es posmoderna y líquida, no he podido mantener una sola misión en mi vida salvo vivir de misión en misión a la caza del sueño perfecto y único, aquel que nunca ha sido soñado ni escrito. Pero me doy contra la pared y siempre con más fuerza, mis textos forman grandes listas de documentos Word y se instalan en profundas carpetas que ya había olvidado haber creado.
He hecho tanto que no tengo recuerdos, pero todas mis creaciones no pasaron de la fase embrionaria. Siento que mi vida está en ese limbo, en curvilínea ingravidez; mis relaciones, mis decisiones, mis amores; todos como un gran feto a la búsqueda de una madre paridora.
¿Tú serás ella o seguirás de largo como tantas prepreñadas? Ahora he decidido comprar un cuaderno –he comprado muchos en estos años- y un lapicero también-que esta vez sea negro para variar- para comenzar desde cero como siempre lo he hecho y para olvidarlo nuevamente. Este renacer nunca acaba y no seré yo un obstáculo para los designios que nos impusieron a todos nosotros, los hermanos de Sísifo.


viernes, 30 de octubre de 2015

De cuando no había instagram

Mamá solía contarnos algunas anécdotas sobre sus abuelos maternos, casi siempre son ellos -los parientes "mater"- con los que una se siente más arraigada; la historia y la leche materna fluyen con más fuerza en nuestro ser.

Esta es la fotografía de mis bisabuelos: María Mercedes Salazar Oyarzábal y Leoncio G. Arteaga Chamorro. Se casaron en Huichay (Tarma).
Mercedes cuenta que Leoncio se enamoró de María y la seguía a cualquier reunión de familia que se presentara, estas fiestas se realizaban en los fundos en un contexto campestre y andino. Primero María no estaba muy segura de corresponder a Leoncio, incluso se mostró disgustada en alguna oportunidad ante su insistencia; pero finalmente el amor surgió y de ello nacieron cuatro retoños: Luis, Guillermo, Julia y Leoncio.

La fotografía fue revelada por el Estudio Fotográfico E. Mariño de Cerro de Pasco.
El reverso relata lo siguiente:
"A nuestra querida hermanita Rosa como testimonio de nuestro cariño. Huichay julio 1° de 1916."
                                                                                     Leoncio G. Arteaga y Señora.




domingo, 25 de octubre de 2015

impopular

Su nombre era Travis y era un muchacho alegre pero malcriado, eso por supuesto lo hacía más que popular en ese colegio parroquiano de corazón. Yo siempre me he sorprendido de la capacidad de estos sujetos insolentes para hacer reír a las chicas, y era realmente intimidante si chocabas con uno de ellos.
No sé qué le ocurrió ese día, pero me lo encontré llorando en el pasadizo mientras todos estudiaban en clase; estaba sentado, apoyado en la pared y cabizbajo. Lo miré fríamente y el volvió la mirada al encontrarse expuesto en su debilidad- nunca has visto a un hombre llorar- preguntó agresivamente. Yo quedé en silencio por un instante y me armé de todas mis fuerzas para contestarle: tú eres un niño, todos lo somos. Travis se secó las lágrimas con las manos y me replicó: no le cuentes a nadie que he llorado, Landeo, o me vas a conocer.
No tenía más ideas para réplica y solo hice un gesto de resignación. Meses más tarde no me enteré de nada particular de la vida de Travis, pensé que había terminado con una enamorada o que una desgracia familiar lo agobiaba. Hasta hoy me pregunto qué fue, pero supongo que solo tenía ganas de llorar, como tú y yo en algún momento. Después de todo, el chico Travis, algo rebelde y muy sinvergüenza, no era nada más que uno de nosotros: un niño inseguro de la vida.

jueves, 22 de octubre de 2015

de armas tomar

Escribo y no hago otra cosa porque es el único oficio que aprendí, no sé hacer más. De hecho, desde niña siempre quise escribir; los mayores cuentan que me desesperaba ante la impotencia de mi analfabetismo; así, solo lograba plasmar 


en esas pobres hojas de cuaderno azul y viejo hasta hacerles agujeros mientras exclamaba, retóricamente: ¡por qué no sé escribir!
Mis padres supieron desde ese entonces que yo era una niña "de armas tomar".