Cable Mágico llegó a nuestras casas en 1996, fue en un día de
semana porque recuerdo llevar puesto el uniforme de colegio –el de color plomo ¿lo
recuerdan, no?- Bueno, ese día significó la apertura a miles de opciones de
entretenimiento; una niña y su televisor tienen una relación alumno-profesor
que jamás ha sido analizada a fondo.
Así es que se convirtió en un día de fiesta, César estaba emocionado y colaboraba presto con los chicos de la instalación; el clímax llegó cuando apretamos el
botón rojo de power. No podíamos creerlo: la imagen era nítida, acuática,
simplemente perfecta aunque solo fuera pequeña y curva en sus 20 pulgadas. Si
antes veíamos la tele por distracción, ahora lo hacíamos por pasión; como cien
canales que hablaban de cosas tan nuevas y foráneas; y lo mejor, los últimos canales del
dial: HBO, CINEMAX, CINECANAL, TNT…
A partir de ese día, se hizo para mí la costumbre de no
quitarme el uniforme plomo, del Sor Rosa, al llegar a casa, lo hacía solo cuando
tocaba la hora de dormir. En esa época llegué a ver al menos tres películas
diarias; mejoré mi inglés y ya podía pensar en él también. Entonces supe más
del grupo de los Panteras Negras, de la lucha de las mujeres para poder votar,
y vi The fight club.
¿es que alguien podría imaginarse algo mejor que eso?